domingo, 11 de marzo de 2007

DEL LIBRO CACHORROS DE NADIE


DEL LIBRO CACHORROS DE NADIE

“Un día nació la Obra de Menores en apoyo de los niños, pero inmediatamente se institucionalizó tal tinglado burocrático que ni el dolor de esos niños fue capaz de desmontarlo” (p. 19)

“Por qué el 100% de los menores acogidos en centros de reforma proceden de familias extremadamente pobres e indefensas y porqué las cárceles de jóvenes albergan idéntica población. ¡Curiosa selectividad la de tlaes genes y humores!” (p. 9)

“Existen millares de niños sometidos a constante violencia, y no me estoy refiriendo precisamente a niños abofeteados: la forma habitual y más insidiosa de someterlos a constante violencia consiste en no reconciliar sus necesidades reales con sus posibilidades y recursos.” (p. 45)

“Contra el niño destructivo no el reformatorio ni el aislamiento ni la violencia, sino su reconstrucción interior, su reparación” (p.50)

"Los niños llevan el alma llena de cortes y moratones y sus educadores padecen úlceras de estómago y acuden al psicólogo ¿qué es antes, el huevo o la gallina? ¿o ambos son términos de una misma relación degradante, de un sitema que corrompe por naturaleza? ( p. 129)

"Jueces y educadores que jamás estarían dispuestos a consentir que sus hijos de trece años llegaran a casa más tarde de las once de la noche "porque aún son unos críos", se muestran dispuestos a encerrar a muchachos ajenos, de la misma edad, en centros muy "especiales", porque no se les ocurre qué otra cosa podrían hacer" (p. 100)"los barrotes de las ventanas "para que no se caigan" y los cristales blindados "para que no se hagan daño" ¿? (p. 93)

"Apenas nadie les ofrece garantías de supervivencia, espectativas de futuro, apenas pueden esperar nada de los otros; por eso no confían en ellos, todo en su vida es frágil experiencia de fragilidad, puro interrogante, todo se les convierte en lucha cotidiana para sobrevivir y toda su experiencia y memoria están teñidas por ese esfuerzo" (p.83)“su asombrosa capacidad para tragar dolor y digerirlo en silencio, mientras son pequeños, como si se tratase de algo absolutamente normal, algo por lo que ni siquiera valiese la pena incomodar a los adultors. He visto cómo sus dientes se pudrían en las encías, entre flemones y lágrimas, sin atreverse a despertar al celador encargado del dormitorio; veo sus cuerpecillos llenos de estigmas y cicatrices, perforaciones de tímpano, huesos mal soldados de golpes y caídas; huellas de mil batallas de las que no queda otra crónica que su crónico daño; sufrimientos rumiados en silencio que deberían ser un grito para quienes luego hablemos de su “escasísima tolerancia a la frustración”.” (p. 39)